En nuestro país solemos pensar que salir de la pobreza es solo cuestión de dinero.
Pero la verdad es que la pobreza no solo vacía bolsillos: también deja cicatrices en el corazón.
Salir de la pobreza no es solo llenar los bolsillos.
Es reeducar el corazón, desarmar
creencias heredadas, romper
patrones invisibles del dolor.
Los estudios de la OCDE y del Foro Económico Mundial muestran que, en Colombia, una persona nacida en la pobreza podría tardar hasta 11 generaciones en alcanzar el ingreso promedio nacional. Una vez generaciones… casi tres siglos de espera para romper un círculo que debería ser inaceptable como sociedad.
Hay un camino que reduce esa brecha: la educación para el trabajo, la técnica laboral. Un instrumento poderoso que abre oportunidades reales, conecta el talento con el empleo digno y permite que una persona en pocos años transforme su vida y la de su familia.
La pobreza no solo quita recursos materiales: hereda miedos, creencias de escasez, costumbres hacia el maltrato y silencios que pesan sobre los sueños.
Liberarse de ella significa sanar, recuperar la fe en uno mismo y volver a creer en la posibilidad de un futuro distinto. La verdadera movilidad social empieza cuando alguien descubre que merece algo más que sobrevivir.
Que tiene derecho a soñar, a crecer, a vivir con dignidad. La pobreza no se vence solo con llenar bolsillos.
Se vence cuando aprendemos a creer nuevamente en la vida y en nosotros mismos.
¿Qué crees que necesitamos como sociedad para que no sean once generaciones, sino una sola, la que rompa este círculo de la pobreza?
Corporación CICCE Instituto Colombiano de Cualificación Empresarial
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